Se sentó en un banco, al sol; a pasitos de la ochava que da a la entrada de la panadería.
Prendió un cigarrillo:
“¿Cuántas tonalidades de cielo azul serán posibles de contemplar?” pensó
Imposible calcularlo.
“Infinitas” se dijo para sus adentros, como sacándose de encima un cántaro lleno de agua.
Terminó su cigarro y volvió a sumergirse en las profundidades de la rutina.
también me gusto este, Cerrajero
ResponderEliminarInesa