viernes, 27 de mayo de 2011

Gesta social

En España, luego de la multitudinaria protesta en contra de las políticas de gobierno, Manuel escuchaba los comentarios al respecto en un programa de televisión. Uno de los panelistas de dicho programa esbozó la siguiente frase con total impunidad. "Yo ahí veo un montón de gente, provocando disturbios, leo lo que dicen sus carteles y no encuentro a nadie que reclame que quiere trabajar".
Palabras que llenaron de ira e impotencia a este televidente ocasional y le quedaron dando vueltas en la cabeza por unos días hasta que sintió que debía tomar cartas en el asunto. Llamó a su amigo Raúl y fue a la casa a comentarle la idea. En su mente rondaba un lema.


-Raúl, mira lo que he hecho -y le mostró una pancarta que decía:
"¡YO NO QUIERO TRABAJAR!
Quiero heredar una fortuna para así poder gastar el tiempo de mi vida en hacer algo que realmente me guste, me de placer y sea productivo para la humanidad toda."
-¿Qué te parece?
-Todo muy lindo, pero no estamos muy de acuerdo con el asunto de la herencia -contestó Raúl conforme a su ideología anarquista.
-No es que yo lo esté, pero me pareció la mejor manera de poner en evidencia la forma en que funcionan las cosas a mi entender. Yo no quiero trabajar porque no quiero ser explotado. No puedo reclamar que me mantengan "ocupado" para que ellos, los herederos de la "riqueza", sigan disfrutando de los beneficios que les da su condición de "enviados del Señor" y nosotros estemos condenados a ser un gasto indeseado de sus empresas. Yo también quiero disfrutar de los mismos derechos que ellos. Y quiero, además, que todo el mundo pueda disfrutar de las mismas libertades.
-¡Eeeeessaaaa! ¡Manuelito presidente! ¡Yo te voto colega! 
Ambos rieron ante la ocurrencia de Raúl.


Disfrutaron del poco tiempo que quedaba de la tarde. Cenaron y Manuel se marchó rumbo a su casa, donde guardó de manera lo más prolija posible, la pancarta.
Pasados los días, con su ilusión a cuestas, Manuel aún sigue esperando el momento de desenrollar el cartel y que el mundo conozca, así, lo que piensa.

domingo, 15 de mayo de 2011

A propósito

El arquitecto estaba parado, de espaldas al sol, contemplando la obra.
El viento arremolinaba en su cara y él sonreía como sonríen los diablos.
Había dibujado en los planos una escalera de entrada, de unos diez peldaños grandes, aunque no muy alta. El edificio quedaba de esta manera veinte metros adentro de la manzana, bastante más escondido que el resto de sus vecinos, los otros edificios.
No fue en nombre de la vanguardia, ni un hecho fortuito; resultaba difícil adivinar su motivo contemplando su rostro alegre, pero esa mueca de diablo, como dije antes, dejaba entrever un hilo malévolo que se hizo ovillo con el progreso de la obra.
Su intención –él mismo me lo reveló años mas tarde- fue la de dejar una marca de su resentimiento personal , plasmarla en aquella construcción.
El espacio vacío que dejaba el edificio desde la puerta, pasando las escaleras hasta la vereda, serviría para que el viento almacenara allí grandes cantidades diarias de bolsas, hojas, papeles…
Pude contemplar la obra finalizada – la obra malévola, el edificio ya estaba terminado hace tiempo- los primeros días del otoño pasado, cuando vi al encargado maldecir, mirando al cielo, y barrer durante horas y horas, todos los días en aquella trampa malintencionadamente perfecta.

jueves, 12 de mayo de 2011

El último sol

Arremangóse -literalmente-. Puesto que no vestía camisa, el brazo huesudo se alzó. Su falange anular se esforzó por tocar el sol. Se hizo la eterna noche.
Era él... último ser vivo en la galaxia.