viernes, 22 de abril de 2011

Breve historia de los chacinados

Todo se remonta al siglo xxvii a.C., cuando la dinastía Persa sufría una grave crisis moral, ética y episcopal.
El príncipe Amín, hijo de Amón, y nieto de Salmón (casado con Beatríz Salomón), se disponía a acceder al trono del imperio. Ésta historia puede ser corroborada visitando las minas del rey Salomón (hermano de Beatríz).
Ellas transmitieron dichos sucesos degeneración en generación.
La leyenda cuenta que debían superarse una serie de pruebas para ser el nuevo Califa. Y fue en una de ellas, en las que el jóven Amín trastabilló... y se partió un diente contra el piso.(véase, "el diente de Amin", tomo 914)
Fue durante ésos dias de arduas pruebas, cuando el príncipe vivió una experiencia sobrenatural, similar a lo que le sucedió a Napoleón siglos después. A manera de relax, se propuso ir a tomar un aperitivo al bar de la pirámide, pero ya venía algo "copeteado" de palacio, asique se perdió en el laberinto de cámaras, vestuarios y camerinos.
Arribó a una sala, de la que "brotaba" la luz, lo cuál le llamó la atención.
Caminó unos pasos, y distinguió una silueta humanoide que se dirigía hacia él.
- Hola! Mi nombre es Fabio Zerpa (balbuceó el alienígena en Guaraní, lengua dominante en aquel momento), y vengo a cumplir con una misión de índole gastronómica.
Dicho esto le otorgó un objeto (desconocido para Amín), y se elevó hacia el vórtice de la sala, donde misteriosamente desapareció.
Aturdido, el príncipe no advirtió los gritos de sus súbditos, tratando de derribar la puerta de la cámara.
Éstos le decían:

“Sal Amín!!! Sal!!!
 Sal Amín!!! Sal de ahí!!!”

Estaba pasmado contemplando el “obsequio divino”, cuyo aroma le fascinó; entonces sacó del turbante su navaja “jinsu” y le quitó la piel que lo recubría. Lo cortó en finas rodajas y se lo comió.
Salió de la cámara, y al encontrarse con sus súbditos, les dijo:
Señores, he tenido una iluminación… he descubierto el Salamín.

viernes, 15 de abril de 2011

El literato rebelde

"Yo creo en la transversalidad del diptongo" dijo el literato a su audiencia dando por cerrada su exposición en el quincuagésimo festival de la lengua española en Miami. Hizo un paneo general de su público y chocó con la cruel realidad. Sus revolucionarias ideas gramaticales eran demasiado para una sociedad tan opaca.
Sin pensarlo dos veces se desnudó por completo y comenzó a danzar de forma inconexa, y al grito de: "ponele un acento a la consonante" se retiró detenido por la fuerza policial.

*Extracto del libro: " El plaza tiene asientos que no se reclinan. Una aventura maquiavélica dentro del cerebro humano."

martes, 12 de abril de 2011

Alborada

Los soñó. Hay gente que tiene esa capacidad, la de soñar con algo y que le salga en la timba. Puede ser la matutina o la vespertina, tal vez la nocturna. Si no sale como era, quizá sale al revés. Pero siempre le andan rondando.

Esta vez no fue algo inusual. Pero el onirismo suele presentar variables que quien lo vive, si es que cabe el término, hace que el despertar se torne un poco diferente. Y esa madrugada lo vio tan vivo, tan pertinente para arriesgarlo todo.

Se vistió algo apurado. Buscó debajo del colchón y encontró los ahorros de media vida (poco más, poco menos). De ahí se dirigió al quinielero del barrio, que sorprendido le tomó la apuesta, no sin antes mirar hacia los costados, sospechando cualquier movimiento extraño. “El 86”, dijo.

Horas más tarde, la radio sobre el modular del comedor daba los resultados. “Y a la cabeza, el 68”, relató. Tomó su cabeza con las manos y musitó algunos insultos. Se preparó una sopa, la tomó. Y contó los días de su vida.

martes, 5 de abril de 2011

Historia Antigua vol. I

Abdul Mustafá fue príncipe de Baghdad. Recibía con disgusto y desazón las constantes quejas de sus súbditos, en su mayoría por una ordenanza que prohibía la poligamia.
- "Alá se presentó ante mi, oh querido pueblo, y me habló de la fidelidad y del amor entre dos personas. ¡No más orgías compañeros!- dictaminó el soberano.
- ¡Buuu! ¡Alcahuete! ¡Mentiroso! ¡Taffarel! ¡Impostor!- gritaba el pueblo indignado.
El revolucionario príncipe, hostigado por su gente, resolvió abdicar.
- ¡Que los gobierne Magoya!- dijo
Y Magoya los gobernó, y volvieron las orgías, el opio y la sangría.