sábado, 25 de diciembre de 2010

¿Feliz? Navidad

Veinticinco de diciembre en Palestina. Sangre y armas esparcidas por todos los lados.

Un gato negro, recién llegado en una embarcación desde el Mediterráneo, confesó jamás haber visto tanta desdicha en las cinco vidas que llevaba a cuestas.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Fantasías contextuales de hoy y mañana

Ardía. Sentía el calor que se le metía por las ropas. Sudaba. La lengua seca. La aspereza en el paladar. Vio salir el fuego debajo de la silla, se escapaba del calor...

jueves, 16 de diciembre de 2010

Desde los satélites


Era martes, pero hacía calor y el sol brillaba como nunca. De ser miércoles estaría bien. Mas era martes. Algo andaba mal. Tal vez era una apreciación mía, equivocada, errónea, pero insisto: algo raro percibía en el ambiente.
Sudaba como nunca en mi vida (salvo aquel día en el que tuve una fiebre que volaba). Llevaba puesto una camisa manga larga, suéter y piloto, además de un paraguas colgado de un brazo y un portafolios del otro. Sonaba mi celular. No llegué a atender porque se me cayó mientras cruzaba la calle y lo pisó un colectivo. Casi corro el mismo destino que el teléfono. El colectivero me tocó bocina, pero no frenó. Una vieja se reía y le contaba lo que me había pasado a un tipo que se lo perdió.
Juré que ésta era la última vez que me engañaba el del pronóstico. Esa misma noche rompería todos los radares y las antenas del servicio meteorológico.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Solitario ¿final? *

Pensó en todo lo vivido para llegar hasta ese lugar. En su esposo y sus dos hijos. En como murieron. Maldijo a su perra suerte. Respiró hondo. Agarró el arma, chequeo que este cargada y se dio fuerza. Rezó, si, justo ella rezó, pero quizás Dios ya no estaba escuchando. Se había cansado de los humanos.
Corrió hacia la puerta. Los sonidos que provenían desde la otra sala eran terroríficos.
Un escalofrió recorrió su cuerpo, pero no se detuvo. Empujó la puerta con una salvaje patada y tuvo un instante para observar lo increíble de la escena. Se convenció como lo hacía hace tres semanas de que eso era real y no una extraña pesadilla. Arremetió con furia contra la horda de zombies que solo querían devorarla.

*El autor quiere hacer la salvedad de que se está obsesionando con el tópico zombies, que sepan disculparlo.

Luces

Aquellos vapores del pantano eran insoportables.
Todavía recuerdo el día que me llevaron allí. Éramos cuatro en un pequeño bote carcomido por el herrumbre.
Varias hileras de ojos se encendían y apagaban en la espesura de la noche.
¿Quiénes son?, parecía preguntarse Jerez, según juzgué en su rostro apesadumbrado.
Robles y Villagra fumaban en silencio.
En lo que respecta a mí, me perdí en aquellas reflexiones hasta que salimos de la ciénaga.
Así como se fue disipando la densa niebla, cediéndole paso al aire puro, se fueron marchando nuestros temores, pero de algo estoy seguro: ninguno olvidó aquella noche. Cada vez que los encuentro en el bar puedo ver en sus ojos aquellas miradas clickeantes, temerarias, indescifrables, como moscas agigantadas por poderosos pesticidas.