jueves, 4 de enero de 2018

Diario de un guerrillero en la Isla de Pascua

"...sean como las totoras: fuertes por dentro, suaves como la mermelada por fuera.
Es inútil claudicar, zapatear y malambear.
Es inútil indicar, y aún más Indy Car."
Máximas que iba anotando en su diario de viaje. Felisa me dijo dos cosas acerca de él: que era terco y témpera mental (así separado, sí). Con esa data y unos cuantos trastos partí a entrevistarlo a la Isla de Pascua.
En una mesa hexagonal nos sentamos y nos sirvieron coconut, apoyando la tetera en una mesa más alta, a espaldas del rio.
Comencé por preguntarle sobre su afición a la ficción.
Negó. Hizo gestos, no quería saber nada.
Rápidamente cambié de tema. Inquirí por su dieta. Un grano de arroz por día, al levantarse.
Y qué me dice de este nuevo orden mundial multipolar (acá se explaya, anhelé). "Se va a pudrir todo" fue todo lo que dijo mientras mi paciencia caía por la canaleta del aire acondicionado que pasaba por debajo de la mesa. Sus respuestas breves y mi necesidad de llenar las tres páginas enormes del pasquín para el que trabajaba me llevaron a decidir si continuar con la tediosa entrevista o maquillar algunas respuestas. He aquí la entrevista completa tal y como salió publicada:

N- A menudo de pollo le preguntan si sabe mejor a la parrilla o al horno.
X- Mire, creo que es cuestión de principios, hay quienes gozan de los finales.
N- En su último libro "el desodorizante ideologizante" usted afirma que los liberales, sean de centro o de pase corto, prefieren al libre mercado con proyección y juego asociado, aunque sin intervención del estado físico del mismo.
X- Oiga, el estado físico debe estar, claro que sí. De cualquier manera yo no he publicado ningún libro.
N- En su otro libro "Jazmín y gambeta" queda flotando una idea cuando hace el raconto de las lagunas de la provincia de Buenos Aires.
X- A ese libro lo prologó Helio Rossi, quizás sea por eso. Creo cabalmente que alguna laguna faltó, hago agua en muchos aspectos, en otros hago cubitos.
N- ¿Qué opina del nuevo orden mundial multipolar?
X- Quiero hacer una mesa. Considero oportuno aclarar que para hacer una mesa se necesita madera, clavos, cola. Madera en casa tengo, se necesitan dadores de clavos.
N- ¿Con suma urgencia?
X- Si, de cualquier tipo.
N- ¿de un tipo como aquél?
X- Sí, ven, ven, ¿cómo te llamas?
E- Me llamo Enrique, Enrique Llamas.
X- ¿Y tienes clavos?
E- Claro, aquí están.
Vacía una mochila llena de clavos al piso.
X- ¡oh, que bellos clavos! ¿De dónde son, buen hombre?
E- Son de Madariaga.
X- ¡Enhorabuena! Ahora ustedes dos me ayudaréis a armar un banco.
N- ¿Pero no era una mesa?
X- Será lo que me de la gana, hostias.
N- ¿por qué de pronto habla como español si usted es pampeano?
E- ¿Vamos a armar el banco o no?
X- Que si, chaval. Pasame un poco de acero y unos dólares.
E- Aquí tiene.
X- Listo. He aquí un buen banco. Solvente. Con respaldo. Ahora sólo faltan ahorristas, plazos fijos y cuentas sueldo.
N- Damos por concluida la entrevista.
X- Damos por concluida la historia. La única lucha de clases es la que libran los niños en el aula, cuando se pelean.
N- ¿Alguna vez fue guerrillero?
X- Una vez, me disfracé para un acto escolar. Parecía un gilipollas.
N- Vine a esta isla a entrevistar al gran Rafael Garrett, la verdad estoy desilusionado.
X- ¿por qué? ¿qué le dijo?
N- ¿No es usted Rafael Garrett?
X- No, Rafael Garrett es aquel tío, allá, sobre aquella mesa.
N- ¿y usted quién es?
X- ¿y a usted qué le importa?.


martes, 2 de enero de 2018

¡Gracias Má!


Encontrábame yo en aquel lugar. Lugar tan poco valorado por mucha gente y tan importante para mí. Era el lugar que me permitía volar, viajar tanto como quisiera, o como pudiera, con la imaginación. Era un lugar en donde la noción del tiempo y el espacio era casi nula. Era el lugar donde por un momento, pequeño pero infinito, solo estaba yo conmigo mismo. Nadie más. Era ahí mismo en donde yo emprendía la ardua búsqueda de mi ser.

También hacía otras cosas endemientras. Como por ejemplo, expeler los desechos que generaba mi organismo. La materia que ya no tenía más nutrientes para aportarme. En eso me encontraba aquel día. Una vez concluida la etapa final del proceso digestivo quise proceder con la limpieza de mi cuerpo –digamos que la limpieza de la parte más afectada por la suciedad del caso– a fin de que no quedaran rastros del hecho. Pero, para mi sorpresa, el sitio donde habitualmente se encontraba el papel higiénico estaba vacío. Decidí invocar a la persona que se dedicaba a resolver todos mis problemas empleando la palabra mágica.

–¡Má! –Grité.
Pero mi llamado tal vez no había sido lo suficientemente potente como para llegar a oídos de mi madre. Decidí que debía llamarla con un tono de voz más fuerte.
–¡Má! –Grité esta vez de modo más enérgico.
–¿Qué? –Se oyó en respuesta.
–¡No hay papel! –Sugerí manteniendo la misma energía en el grito que en el último de los llamados creyendo que era lo más adecuado para que el mensaje llegara correctamente.
–¡Ya te llevo! –La promesa de la voz.

Comenzó la espera por la llegada del papel. No se ciertamente la cantidad de tiempo transcurrido entre la promesa del papel y el comienzo de mi impaciencia. Pensaba que mi madre tal vez estuviera ocupada en otras cuestiones a las que les asignaba una prioridad mayor a la que fuera la tarea de alcanzarle un objeto de higiene personal a su hijo mayor. Ese pensamiento me hacía detener en emprender el reclamo.

Luego, mientras continuaba con la espera y pensaba motivos por los cuales no me había sido alcanzado por la proveedora de soluciones el elemento higienizante, se me ocurrió que podría haber pasado que ella no me hubiera respondido que ya me lo traía, que podría haberme dicho otra cosa y yo haber creído escuchar lo que quería escuchar. De ser así, la espera estaría siendo en vano y yo estaría ahí sentado vaya uno a saber hasta cuándo. Opté por esperar otro rato, a pesar de las ganas que tenía de no estar más en ese lugar, para evitar el enojo de mi madre ante insistentes llamados, en el caso de que todo hubiera ocurrido como me pareció desde un principio.

Durante esta nueva etapa de la espera me invade otro interrogante tan conflictivo como el anterior. ¿Qué tal si mi madre había respondido otra cosa porque había entendido algo distinto de lo que dije y yo entendí que me respondió de acuerdo a mi solicitud?

Y una catarata de cuestionamientos siguientes, que se vinieron el uno sobre el otro sin saber cuál estaba por delante de cuál, me dejaron al borde del knock out. ¿Existió la respuesta de mi madre ante el pedido de papel? Y la respuesta por mí escuchada, ¿había sido inventada por mí también? La respuesta “¿Qué?” inicial al ocurrir mi segundo llamado, que tan seguro estaba de haberla oído, ¿había existido realmente? ¿Era todo una invención mía?

¿Qué tal si esto mismo había ocurrido en cada diálogo de mi vida?¿Qué tal si esto mismo le ocurre a todo el mundo todo el tiempo? ¿Cómo serían posibles las relaciones entre personas que entienden lo que quieren cuando el otro les está diciendo algo? ¿Cómo una frase emitida por alguien en un sentido originaría una respuesta en ese mismo sentido en otra persona que entiende cualquier otra cosa en el universo infinito de cosas por decir? ¡Es altamente improbable!

Podría ser que hasta ni se hubiera encontrado en mi casa mi madre si el poder de la imaginación fuera tan grande. Podría ser que ni siquiera hubieran salido de mi boca esos llamados. Podría ser que no exista, y que no haya existido nunca, esa persona a la que tanto yo quería. Podría ser también que nada de lo conocido fuera real. ¿Cómo podría ya confiar en mis sentidos si estaba siendo engañado permanentemente por ellos mismos? ¿Cómo continuaría mi vida a partir de ese momento? Momento en el cual estaba descubriendo que conocía mi exterior únicamente gracias a mis sentidos y que tal vez me estuvieran tendiendo una trampa. En definitiva, ¿yo era algo? ¿Qué era? ¿Dónde estaba realmente?

¡Por suerte se abrió la puerta y una mano tendida me alcanzó un rollo de papel! Nunca antes, y creo que nunca más, agradecí algo tanto como esto.
¡GRACIAS MÁ! –Le dije.