-¡A comer!- Se escuchó la voz de la madre.
-¡Si te seguís portando mal te quedás sin compu!- Sonó en la cabeza del niño el grito de su progenitora.
Sin dudarlo, como buen chico, se limpió las manos y se sentó a la mesa tan rápido como pasan los momentos felices.
Nunca nadie supo que esa situación, tan normal (en apariencia), provino de un malentendido.
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