lunes, 11 de octubre de 2010

Cuidado bebé suelto...

Lucas era el bebé más hermoso que todo el pueblo había conocido en su larga historia de cosas bellas, cosas que abundaban por esos lugares. Se comentaba que la expresión de su rostro enternecía hasta a una piedra, incluso al viejo Luis, hombre parco para sus emociones si los hay.

Su madre, Federica, se paseaba orgullosa con su recién nacido por el centro para que todas las chusmas le envidiasen tamaña belleza de niño. Lo vestía siempre con un conjuntito distinto para que se luzca de la mejor manera y todo el mundo pudiera apreciar lo hermoso que era.

En el pueblo de Azelleb todo era paz, calma y perfección. No había nada por el que preocuparse. Todos los habitantes contribuían al progreso de su vecino. No existían disputas de ningún tipo, es más, la última vez que se recuerda una discusión fue acerca de que canto de pájaro era más bonito, si el del ruiseñor o el del jilguero.

Cuando Lucas cumplió un año empezó a caminar y como todo pequeñín lo hacía a los tumbos, cayéndose y levantándose para volverse a caer. Obviamente tocaba todo lo que tenía a su alcance. Una noche mientras Federica ordenaba unas cosas en la cocina, el teléfono del dormitorio sonó. Presurosa para atender, dejó al bebé solo en la cocina sentado en su sillita.

Cuando regresó lo primero que notó era que la heladera estaba semiabierta y un hilo de sangre creaba un camino desde allí hasta debajo de la mesa. Allí encontró a Lucas con la boca manchada en sangre. Asustada corrió a socorrerlo. Lo alzó en brazos y lo llevo hasta la pileta para limpiarle la boca. Una vez que se calmó, se prometió a si misma que nunca abandonaría al pequeño ni un segundo.

Al rato llegó a la casa Diego, su marido. Conversaron amenamente durante un rato mientras Lucas jugaba sobre una frazada. A Federica se le ocurrió cocinar algo de carne al horno. Se acerco hasta la heladera y cuando la abrió no pudo encontrar lo que buscaba. Se sorprendió porque estaba segura de haber ido a la carnicería y de haber traído la carne.

En ese momento escucho unos mínimos pasitos que se acercaban por detrás. Un frio sudor le corrió por la frente. Cuando se dio vuelta Lucas le saltó al cuello para hincarle los dientes con desmedida violencia. Cuando Diego escuchó los gritos ya era tarde. Corrió hacia la cocina y la escena era tétrica. Federica yacía ya sin vida con una profunda mordida alrededor del cuello. Básicamente le faltaba un pedazo. Lucas ya no estaba. Había huido, con la panza llena y su deseo de carne cruda satisfecho, por el momento…

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