martes, 19 de octubre de 2010

Amarás las cosas sobre todas las cosas. Materialismo

Martín tenía un vecino con el que se juntaba a jugar todas las tardes en la vereda de su hogar a pesar de no disfrutar del todo su compañía. Incluso lo detestaba la mayoría de las veces. Pero debía tolerarlo si no quería pasarla en casa junto a sus hermanos mayores que se divertían gastándole broma tras broma. Además, allí dentro, no contaban con nada que pudiera entretenerle, ni siquiera con la presencia de un televisor.
Sin embargo, Tomás, su vecino, cuya casa quedaba doblando la esquina sin necesidad de cruzar la calle, (cosa que no le dejaban hacer solo, por no haber cumplido los 5 años aún) todas las semanas tenía un juguete nuevo. Todos eran espectaculares e, increíblemente, el reciente superaba con creces al que lo había precedido días atras. Motivo suficiente como para querer compartir algún tiempo con él. Tomás, de 7 años, no lo consideraba a Martín como su amigo, pero le gustaba alardear de sus posesiones. Así que encontraba en él a la persona adecuada.
De vez en cuando el pequeñín le pedía a sus padres que le comprasen alguno de los juguetes que tenía su vecino. La respuesta siempre era la siguiente:
-¡Esos juegos son carísimos! ¿Qué te pensás? ¿Que tenemos un montón de plata? ¿Como tu amiguito? -Respuesta que irritaba en demasía al niño.
Un día (no recuerdo si para el día del niño o para su cumpleaños) recibió de sus padres como regalo un autito a control remoto. Jamás el niño había sido tan feliz hasta ese momento. Decidió llevarlo al jardín para compartirlo con su mejor amigo Felipe. En el tiempo de descanso en el patio estuvieron jugando un rato largo. De repente se encontraron en una disputa porque ambos lo querían usar al mismo tiempo. Tironearon. Uno del auto y el otro del control. Como consecuencia de ello, ambos cayeron de espaldas al piso por la rotura del cable que unía el autito con el control.
Martín fue invadido por un ataque de ira y comenzó a golpear a su amigo. Felipe corrió a la salita; tropezó y cayó al suelo. Martín, que iba detrás, observó que alguien había dejado olvidada una tijera arriba de una de las mesitas, la tomó y aprovechó que su amigo estaba en el suelo para clavarle 16 puñaladas en la espalda.
Cuando llegó la maestra, Martín se encontraba llorando al lado del cuerpo ensangrentado de Felipe.

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