lunes, 21 de febrero de 2011

Lunes, muy de lunes

En una pequeña habitación, plena tardecita y sin ventanas, Jorge lee un libro.
Separado por un delgado muro de yeso, Miguel. Toma mates, mira la pared.
Al lado se lamenta Julito. Unos metros más allá reside la clínica de fertilización de embriones. Ninguno de los tres anteriores oyó hablar alguna vez de ella.
Un complejo entramado de construcciones casi infinitas denominado “casa”, se fue gestando, invisible y sordo, por centenares de años. Las últimas generaciones no saben de historia, ni les interesa. Yo sé que puede remitirle a Orwell, o al mundo que imaginó Huxley, o a algún otro que desconozco, querido lector. Sucede que esta mañana me invadió un presagio triste, de gente que quizá no pueda ver el sol, ni sentir su calor, en un futuro lejano. La máquina silenciosa va cambiando la realidad vertiginosamente, y aún así nos cuesta darnos cuenta. Julio Verne fue un visionario. Espero que en un puñado de años se diga: “George Orwell, muy linda tu ciencia ficción”, “Huxley, measte afuera del tarro, hermano”, “Bradbury, estoy leyendo El Capital en el año 3153”.

3 comentarios:

  1. Nos trasladamus al frente21 de febrero de 2011, 7:57

    ¡¡¡Terrible presagio!!! Ya lo dijo el prestigioso filósofo y profeta argentino William Boo: "Antes de que puedan darse cuenta, sólo verán verde una vez a la semana cuando pisen la alfombra desgastada de una canchita de fútbol 5" y se marchó de la mano de Karadagian rumbo a los bosques de Palermo.

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  2. La hondura de este lamento matinal, la hirviente confesión melancólica de este poeta urbano, la anchura de esta reflexión, sólo son comparables a la cajeta de su madre.
    Bien, cerrajero.

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