miércoles, 9 de febrero de 2011

Desvarios de la tarde otoñal de este verano acogedor

Un hombre con las ropas rotas, sin nada que ponerse en los pies, la barba crecida, se guarece de la lluvia bajo el techo de un negocio de vestimentas en el microcentro capitalino. La mirada parece perderse en un punto fijo de la nada.
De pronto logra divisar en la calle de enfrente a un viejo amigo de la infancia. Emocionado corre a saludarlo. El otro hombre lo mira incrédulo, lo inspecciona de arriba a abajo y decide ignorarlo por completo. Su Blackberry era una opción mucho mas familiar y segura que la de cruzar la mirada de Hector su amiguito del barrio de la paternal, del cual hacía años no había tenido noticias.

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