domingo, 6 de febrero de 2011

Historia de un asado


Ella, sur coreana. Recientemente llegada a la República Argentina, se encuentra en una de las calles de su ciudad capital. Idiomas: mucho de coreano, bastante de inglés y nada de español.
Él, argentino. Oriundo de Rojas, residiendo en La Plata y casualmente transitando la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Idiomas: mucho de español, bastante de inglés y nada de coreano.
La ciudad y el idioma, las cosas en común que había entre ellos en ese instante, es lo que los unió. Eso y un pequeño problema que había tenido la muchacha. El joven le proporcionó algo de ayuda y le ofreció alojamiento en su departamento en La Plata; propuesta aceptada por ella de muy buena gana.
Pocos días después del comienzo de la convivencia, él tenía un asado con amigos. Era un sábado a la noche y asistió con su nueva compañera. Al día siguiente ella despierta al mediodía con un fuerte dolor de cabeza y algunos mareos. Antes de salir a buscar algo para combatir su malestar decide avisarle a su anfitrión, que todavía dormía, que saldría un momento. -Ale, ahora vengo- le dijo en un perfecto español. Salió.
Mientras bajaba por el ascensor trataba de recordar algo de la noche anterior, pero todo esfuerzo era inútil. Caminó unos metros hasta llegar al kiosco y se encontró manteniendo una conversación con quien la atendía amablemente sin ningún tipo de inconveniente lingüístico. Volvió al departamento para ver si Ale era capaz de explicarle lo que estaba ocurriendo.
Él, con toda naturalidad y con voz de dormido, le dijo -Qué se yo lo que pasó. No me acuerdo de nada. ¡Dejame dormir! ¡No me rompas las pelotas! ¡Estoy hecho mierda!
La chica juntó todas sus pertenencias (una pequeña mochila con una sola muda de ropa) y se retiró dando un fuerte portazo. Bajó rápidamente por las escaleras los cinco pisos. Abrió la puerta de vidrio tan limpia que era casi imperceptible su presencia. Le dejó su juego de llaves al encargado del edificio que estaba regando las baldosas. Nunca más apareció por el barrio.
Él continuó durmiendo placenteramente. Se levantó a las cinco de la tarde. Puso el agua, se lavó la cara, se tomó unos mates y volvió a lo de sus amigos donde hablarían largo rato de la espléndida noche anterior.

3 comentarios:

  1. Qué cara! que gesto!7 de febrero de 2011, 7:40

    Espléndido!!!!

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  2. Muy entretenido el blog en general, che.

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  3. Gracias por pasarse Justiniano! venga cuando guste. Se le puede decir Doctor? O me pareció por el nombre?

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