miércoles, 19 de octubre de 2011

Qué lindo que es estar en Mar del Plata

Dos antenas disfrutan del sol de agosto en una playa cerca de Barbados. Detectan barcos mientras les untan antioxidante para evitar la herrumbre. Ellas son las divas del medanal, ellas dos, impávidas, ellas dos, imponentes.
Una lata de choclo yace vacía sobre los caracoles, de tanto en tanto mecida por el viento. Un hombre con un pincel busca una bolsa y contempla la lata. Patea con ella un penal al arco del océano. No encuentra la bolsa, olvida que la busca.
Una nube grisácea mancha de sombra a una pequeña porción de océano; bajo ése agua ennegrecida, un tiburón busca alimento.
Un grano de arena es aplastado por una ola al romper; un melancólico grano de arena, disgregado.
El viento silba un chirrido permanente a través de los huecos de una arenisca desmayada en la playa.
Un arbusto lindero dedica especial atención a seguir creciendo. Una arañita blanca teje afanosamente su tela en el follaje del arbusto, guarecida del sol, esperando el banquete.
Otro grano de arena se interna en el pelo negro y crespo del otro hombre con pincel, para terminar mas tarde en una ciénaga de champú.

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