Mientras agonizaba la noche, Susan preparaba té en sendos cuencos.
El suave aroma a hierbas deambulaba por la casa, llevándole a Henry el desayuno a la cama.
-Anoche sabía a alas rotas- dijo, entre despierto y dormido, contemplando la taza.
Ella estaba detrás de la puerta, escuchando.
-Menudo susto se llevará cuando intente vestirse- pensó.
Luego sonrió, y la cocina se inundó de sol, de plumas, y de huesos, que destrozaron los perros.
¿Qué le pasa; qué le pasa a mi camión?
ResponderEliminar¿Qué le pasa; qué le pasa que no arranca?
Jugo de uvaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarQuiero mi cuento!!!
ResponderEliminar