sábado, 26 de marzo de 2011

Un laboratorio donde se estudia el alma

El viejo Miguel se tomó el trabajo. Comenzó hace mucho, una mañana de Septiembre, a juntar los deseos de la gente.
Los fue colocando en frascos y los etiquetó, uno por uno, para luego observarlos con el infrascopio.
- "Sé que no voy a descubrir la esencia de nada"- repetía
- Verán, por aquellos días estaba yo muy sensible...
Me daban lo mismo los nuevos modelos de automóviles, los avances tecnológicos, los bestsellers, el cine, las nuevas comidas de las que el mundo hablaba. La música que amaba colisionaba contra un muro blasfemo, de colores brillantes y cajas bonitas.
Con mis seres queridos la conversación era circular, siempre en el contorno. Sin embargo, yo sabía (¡lo sabía!) que existía algo mas que aquella predestinada y carcomida rutina.
Algún tipo de angustia repicaba en mí como una gran campana de bronce, bien adentro, persistente, amiga (por aquél tiempo la consideraba justamente lo contrario)
Entonces comencé a prestarle mayor atención, a escucharla, enhorabuena.

-No es contradicción, sino mas bien difícil de explicar, eso que producía en mí aquella mirada triste bajo el puente.
Como no viajaba a menudo por aquellos lares, solía olvidarla con el transcurso de las horas.
El hecho es que, la última vez que la vi, me sonrió -o al menos eso sentí- y no podría precisar por qué, su rostro... su recuerdo perenne, ¡sus ojos! florecían día y noche.
Tan humanizado me sentía... decidí ir a buscarla. Me vestí, sin desayunar, y bajé a tomar el colectivo.
Ya no estaba.
Para mi sorpresa, encontré varios de aquellos rostros tristes, otros.
Gentes barridas bajo el tapete de las "grandes oportunidades".

-Decidí tomar esas impresiones, y, contradiciéndome, captar la esencia de aquello que veía y sentía.
Decidí también utilizar mi tiempo libre para ahondar en esta investigación.
Destrocé un paradigma científico. Pude captar al objeto en-sí, el Noúmeno del que hablaba Kant, pero no pretendo brindar mayores detalles sobre eso.
No quiero ningún premio.
Sólo anhelo que la gente experimente todas estas sensaciones, deseos y sueños de otras personas, pero en carne propia; mostrarle al mundo lo que yo veo.
Sigo trabajando para construír el equipo que lo haga posible.
Si lo logro, seguramente hable con alguna Universidad para presentarlo a la comunidad científica. Caso contrario, dedicaré mi vida a intentarlo, después de todo, me parece que persigo un fin mucho más justo y menos egoísta que el de ésos tontos alquimistas del siglo XV.

2 comentarios:

  1. Jean Pierre Papin4 de abril de 2011, 19:53

    Usted tiene que saber que este cuento es emocionante. solo eso voy a decir. EMOCIONANTE.

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  2. Ah y le estoy agradecido por haberlo compartido con la comunidad literaria.

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