
Veinticinco de diciembre en Palestina. Sangre y armas esparcidas por todos los lados.
Un gato negro, recién llegado en una embarcación desde el Mediterráneo, confesó jamás haber visto tanta desdicha en las cinco vidas que llevaba a cuestas.
Amigos: este espacio fue concebido con el único fin de publicar "todo aquello que se os ocurra". Sin filtros, sin tapujos, acá somos más libres que en Zion! A ud. estimado lector, le comunicamos que son bienvenidos cualquier tipo de comentarios y/o sugerencias. Que empiece el baile...
El ambiente estaba espeso. La luz tenue, tamizada por el humo, hacía el aire casi irrespirable. Recostado sobre la silla, en el último lugar, recibió a la primera. La ojeó con desden. Al llegar la segunda se entusiasmó. Al cabo de una más creyó que todo se encaminaba según los planes. Alguien gritó algo. Otro se puso de pie, como quien se prepara para un duelo, con las piernas arqueadas y agachándose hacia abajo. Las arrojó con el vértigo de la situación, pero con aires de autoridad. El que estaba a su lado, con los ojos brillosos, sutil, pendenciero, respondió: “33 de mano, son mejores”.
(*) Escrito sin conocer la existencia del breve cuento "Escolazo)
"Come on Rachel /Come with the guys/Come on Rachel, you'll have fun"*Tomó su miembro con ambas manos y se lo enseñó al auditorio.
Lucas era el bebé más hermoso que todo el pueblo había conocido en su larga historia de cosas bellas, cosas que abundaban por esos lugares. Se comentaba que la expresión de su rostro enternecía hasta a una piedra, incluso al viejo Luis, hombre parco para sus emociones si los hay.
Su madre, Federica, se paseaba orgullosa con su recién nacido por el centro para que todas las chusmas le envidiasen tamaña belleza de niño. Lo vestía siempre con un conjuntito distinto para que se luzca de la mejor manera y todo el mundo pudiera apreciar lo hermoso que era.
En el pueblo de Azelleb todo era paz, calma y perfección. No había nada por el que preocuparse. Todos los habitantes contribuían al progreso de su vecino. No existían disputas de ningún tipo, es más, la última vez que se recuerda una discusión fue acerca de que canto de pájaro era más bonito, si el del ruiseñor o el del jilguero.
Cuando Lucas cumplió un año empezó a caminar y como todo pequeñín lo hacía a los tumbos, cayéndose y levantándose para volverse a caer. Obviamente tocaba todo lo que tenía a su alcance. Una noche mientras Federica ordenaba unas cosas en la cocina, el teléfono del dormitorio sonó. Presurosa para atender, dejó al bebé solo en la cocina sentado en su sillita.
Cuando regresó lo primero que notó era que la heladera estaba semiabierta y un hilo de sangre creaba un camino desde allí hasta debajo de la mesa. Allí encontró a Lucas con la boca manchada en sangre. Asustada corrió a socorrerlo. Lo alzó en brazos y lo llevo hasta la pileta para limpiarle la boca. Una vez que se calmó, se prometió a si misma que nunca abandonaría al pequeño ni un segundo.
Al rato llegó a la casa Diego, su marido. Conversaron amenamente durante un rato mientras Lucas jugaba sobre una frazada. A Federica se le ocurrió cocinar algo de carne al horno. Se acerco hasta la heladera y cuando la abrió no pudo encontrar lo que buscaba. Se sorprendió porque estaba segura de haber ido a la carnicería y de haber traído la carne.
En ese momento escucho unos mínimos pasitos que se acercaban por detrás. Un frio sudor le corrió por la frente. Cuando se dio vuelta Lucas le saltó al cuello para hincarle los dientes con desmedida violencia. Cuando Diego escuchó los gritos ya era tarde. Corrió hacia la cocina y la escena era tétrica. Federica yacía ya sin vida con una profunda mordida alrededor del cuello. Básicamente le faltaba un pedazo. Lucas ya no estaba. Había huido, con la panza llena y su deseo de carne cruda satisfecho, por el momento…
Nunca fue muy feliz. Su existencia siempre osciló entre la decepción y la mediocridad. Pese a esto todos le auguraron un gran futuro. Cuando era pequeño decían que era inteligente, que le sobraba para poder asegurarse un gran futuro, para abrirse camino en el competitivo mundo del trabajo.
Él los escuchaba y no entendía muy bien lo que querían decir, pero con paciencia oriental esperaba su momento. Cuando creció decepcionó a todos. Nunca fue el genio de las computadoras que todos creían que iba a ser. Tampoco un gran periodista deportivo. El solo fue lo que quiso ser.
De grande reflexionó sobre su ser y su vida. Entendió que siempre fue feliz. Porque la linealidad de su vida, el tono grisáceo que los demás creían ver en su existencia de hoy desaparecía una vez que la pelota se ponía a rodar.
Así es, algo tan mundano y vulgar como el futbol es la fuente de su alegría. Toda la semana era una excusa para que llegue el fin de semana, momento en el que el balón se hace su amigo y él se siente protagonista de algo inmenso. Una experiencia sensorial única.
Jugar al futbol, compartir una cancha con otros 10 tipos que quieren lo mismo que el, trabajar en equipo, generar un vínculo ideal con otro ser humano. Eso es lo que quiere, jugar y olvidar lo mediocre que puede ser la vida humana.
-¿Cómo es que usted se anima a practicar esto desde semejante altura?
-Le cuento. Yo comencé a hacerlo desde apenas dos metros por encima del suelo. Primero tuve que aprender las técnicas y luego adquirí la práctica. Me he caído varias veces durante el período de aprendizaje, pero estaba lo suficientemente cerca del piso como para no lastimarme.
-¿Y no le resultaba aburrido?
-Pues sí, claro. Pero estaba aprendiendo. Mi maestro me decía que lo hiciera con pasión y dedicación cuando me observaba desanimado. Yo no le hacía mucho caso. Un día me desafió a atravesar la cuerda desde los diez metros y sin red protectora. Como me creí capaz de hacerlo, allá fui. Había comenzado bien, pero cuando me percaté lo lejos que estaba del suelo me inundó un miedo atroz. Sentí cómo el viento que soplaba allí arriba comenzaba a balancear la cuerda, perdí el equilibrio y me precipité a toda velocidad. El golpe fue muy fuerte. Por suerte sólo me fracturé una pierna.
-Me imagino que le habrá dolido mucho. ¿Cómo hizo para volver a la actividad?
-Sí que dolió. Me llevó más de un año de recuperación antes de poder practicar nuevamente. De todos modos ese tiempo me sirvió para reflexionar. Comprendí que el proceso de formación es más lento de lo que uno desea que fuera. Y cuando mi maestro consideró que ya no debía enseñarme más nada me dijo que, de todas formas, tenía que seguir aprendiendo cosas hasta el fin de mis días y que no dejara de exigirme continuamente. Me explicó también que, tanto en ésta disciplina como en la vida, hay que mantener el equilibrio, disfrutando de lo que se está haciendo a cada momento. Pero que sepa que cuanto más compleja sea la tarea a desarrollar mayor será la felicidad obtenida ante el cumplimiento de la misma. Así que aquí me tiene; haciendo equilibrio a trescientos metros de altura. Espero, algún día, llegar tan alto como para necesitar de un tubo de oxígeno a mis espaldas por la escasez del mismo en el aire…
-Gracias por el tiempo dedicado a la entrevista, espero que su mensaje le sea de utilidad a quien lo reciba.
Resacas creativas
Al despertarse,
Supo que todo estaba en su lugar.
Lo buscó,
Pero sólo halló una parte.